El envejecimiento no puede detenerse, pero sí puede ralentizarse. Vivir rodeado de vegetación puede conseguirlo. Las personas mayores que viven en vecindarios con más espacios verdes o más cercanos a entornos naturales experimentan, por ejemplo, una menor pérdida en la velocidad al caminar o en la fuerza de agarre de las manos.
Así lo demuestra un estudio que se ha centrado en personas que contaban con entre 50 y 74 años y a las que se estudió durante un decenio para analizar cómo iban deteriorándose sus capacidades físicas.
Muchas de ellas vivían en entornos rodeados de espacios verdes, y otras muchas, no. Y los resultados comparativos fueron determinantes.